Y dicho esto, vamos a conocer un poco más a nuestro protagonista: el Fucus. Su nombre científico deriva del griego fucus que significa alga y vesiculosus que denota su estructura a base de vejigas cargadas de gas que la mantienen a flote. Pertenece a la familia de las Fucáceas y su hábitat se localiza principalmente en rocas y acantilados de las zonas del Mar Atlántico tanto de Europa como de Norteamérica registrándose también colonias de ejemplares en algunas zonas frías de las aguas del Mar Mediterráneo. En los últimos tiempos su población ha decrecido considerablemente debido a dos factores: su sobreexplotación y la contaminación marina.

El fucus se compone de un talo que se fija firmemente a una base rocosa y del que nace su nervadura central ramificándose de forma plana y llenándose de vejigas. Su color es marrón oscuro o verde oliva llegando a ser de tonos dorados en sus extremos siempre que este bajo el agua ya que, al recogerla se oscurece tomando color negro.

Esta alga tiene un ciclo vital bastante simple pues sus óvulos son fertilizados estando en la planta y después de ser fecundados son liberados como semillas para expandir los asentamientos de la colonia. Dentro del género del fucus destacan tres especies: el serratus por su borde aserrado, el spiralis por su manera de enroscarse en espiral y el vesiculosus por sus vesículas de gas que es el que nos ocupa.

Del fucus cabe destacar que se compone de proteínas, clorofila, mucílagos y ácidos como algínico, ascórbico oleico…, aminoácidos como la tirosina y vitaminas como niacina, riboflavina, tiamina y vitamina C y B; además de numerosos minerales como aluminio, arsénico, bromo, calcio, zinc, cromo, cobalto, fósforo, hierro, mercurio, magnesio, plomo, potasio, selenio, silicio y yodo.

¿Pero para qué se usa el Fucus?. En Oriente su uso tradicional ha venido ligado al tratamiento de la caída del cabello por su poder remineralizante otros usos fueron para tratar la apatía sexual y el déficit de calcio y de yodo. Hay que decir que fue la fuente de yodo por excelencia en el s. XIX recetándose como solución al problema del bocio, una patología asociada al trastorno de la glándula tiroides por deficiencia de este mineral. Y así es hasta nuestros días pues el fucus es un buen regulador del tiroides y tiene propiedades ligeramente laxantes. Esta indicado en Hipotiroidismo. Sin embargo hoy por hoy su reclamo más extendido está enfocado a la estética, principalmente porque ayuda a regular nuestro peso. El fucus actúa sobre el metabolismo basal que es la cantidad de calorías que nuestro organismo consume en estado de reposo; lo que hace básicamente es hacer que nuestro cuerpo funcione más rápido sin ponernos nerviosos por lo que se puede considerar como un quema grasas indicado en trastornos de obesidad, celulitis y retención de líquidos por su acción diurética. Es un coadyudante en procesos de gota o artritis por su acción paliativa. También por su alto contenido en mucílagos, que es un tipo de fibra soluble, facilita la expulsión de las heces y corrige el estreñimiento. El fucus regula la acidez gástrica por su poder absorbente y de esta manea minimiza el dolor de pacientes con hernia de hiato. Además es capaz de envolver el colesterol presente en el tubo digestivo disminuyendo su inclusión al torrente sanguíneo y eliminándolo a través de las heces. Y esto os gustará mucho, es un buen eliminador de la sensación de hambre, por ello suele incluirse en las dietas de control de peso.

Por último, de manera externa y por su alto contenido en yodo tiene propiedades fungicidas y astringentes estando indicado en eccemas o úlceras de difícil curación realizando las curas con gasas empapadas en Fucus.